martes, 21 de agosto de 2007

ENTRADAS DEL VERANO II

El mundo pobre requiere de una arquitectura de urgencia, pero con calidad. Soy consciente de que ni hay, ni habrá vivienda para todos en el creciente tercer mundo, por ello es importante destacar la “necia labor” de muchos profesionales que siguen en la brecha de encontrar soluciones “reales” a las necesidades “reales” de vivienda y habitabilidad en el llamado Tercer Mundo.

Durante mis años de estudiante de arquitectura en el taller José Revueltas de la Facultad de Arquitectura de la U.N.A.M., participé con entusiasmo en la elaboración de proyectos “para la gente”. Al taller, llegaban grupos organizados de vecinos de las colonias marginadas y las poblaciones conurbanas a la ciudad de México, a solicitar ayuda “profesional” donde nosotros, jóvenes estudiantes de arquitectura, siempre al lado de nuestros tutores arquitectos profesores, aceptábamos el reto de proyectar espacios dignos, para la gente.

Desde entonces, me quedó clara la necesidad de plantear una actividad digamos, “paralela”, a la labor profesional del arquitecto; y era, la de estar alerta siempre al contexto social en el cual desarrollemos nuestro oficio, para en su momento, hacer llegar también nuestro “conocimiento” a las clases marginadas de México.

En mi línea de investigación actual he aprendido a hermanar forzosamente, la crítica y la proposición. Si deseamos producir conocimiento serio sobre arquitectura, es porque queremos incidir en la propia arquitectura y mejorarla.

Debemos proponer una arquitectura sin simplezas, pero colocando el acento en la necesidad, ayudando a construir el Hábitat de los grupos informales, marginados y olvidados; en este sentido afirma el Dr. Julián Salas: Latinoamérica necesita millones de techos para vivir: construir veintiocho millones de nuevos techos y reparar veintiséis millones de techos deteriorados, inadecuados, obsoletos, vulnerables...Hoy, la mayoría de los latinoamericanos -sí, más de la mitad- viven en villas miseria (Argentina), favelas (Brasil), ranchos (Venezuela), ciudades paracaidistas (México), ciudades piratas (Colombia), pueblos jóvenes (Perú), callampas y/o mediaguas (Chile), limonás (Guatemala), barbacoas (Cuba), tugurios (El Salvador), conventillos, cités, cantigriles, campamentos..., formas diferentes de designar parecidas condiciones infrahumanas de vida...()… Un techo es una de las primeras aspiraciones de toda familia y puede que sea el primer escalón imprescindible para pasar de supervivientes a la categoría de ciudadanos. El techo -tejado protector- es símbolo de hogar, de cobijo y del refugio que mejor compendia la casa. Coincidimos con el clásico Vivienda y Cultura, en el que se afirma que ‘los edificios más primitivos no son sino un tejado’…()…no trata de palacios, y sí de techos humildes que en casi toda la América Latina nacen con la esperanza de crecer en las cuatro direcciones de la rosa de los vientos y hacia arriba, con vocación de ampliarse y soportar otros techos. No siempre son terrazas abiertas al mar, pero casi siempre lo son a las estrellas.

En esta vorágine de deshumanización trasgresora, surgen voces que comienzan a mirar al planeta como ‘un todo’ (y de todos), surgen nexos continentales en defensa de la naturaleza, el medio ambiente, surgen grupos de ONG’s que discuten y proponen maneras distintas de mirar, proyectar, debatir y construir arquitectura, en los países europeos surgen iniciativas que buscan afanosamente el mercado justo, y colaboran con grupos de profesionales que, junto a la población indígena, siembran y producen con una visión ecológica tanto de la producción, como del consumo, surgen grupos de mujeres que dan sentido y voz a las luchas de mujeres indígenas, surgen colectivos que promueven la inclusión y la defensa de la vida.

Y en arquitectura también surgen nombres de profesionales comprometidos con una visión ‘otra’, de la practica profesional, como Carlos González Lobo o Enrique Ortiz Flores en México, Teolinda Bolivar en Venezuela, Horacio Barreta, Claudio Caveri y Victor Saúll Pelli en Argentina, Paulo Eduardo Fonseca de Campos en Brasil, Julián Salas Serrano y Pedro Lorenzo Gálligo en España, entre muchos otros, que trabajan, proyectan e investigan para llegar a la consolidación de la ciudad posible desmarcandose de los cánones de lo establecido, para ofrecer y construir categorías propias, que como dice Jorge Ramos de Dios: den cuenta de nuestros manatíes, atlantes, palafitos, ‘ciudades perdidas’ y aún del orden de nuestro desorden urbano y suburbano. En síntesis, de nuestra ‘ahoridad’ y de ‘nuestro estar’ en Latinoamérica.

A raíz de los hechos acontecidos en Perú y el huracán que azota el pacífico mexicano en estas horas, ofrezco una mirada sutil, pero rotunda, de la arquitectura que casi nadie ve, o que pocos arquitectos se dedican a describir; la arquitectura de los sin techo, la arquitectura de los inmigrantes aglomerados en ‘casas patera’, como lo llaman en España, la de los marginados sociales que no pueden acceder a pisos de protección oficial y que tampoco pueden adquirir una vivienda digna por lo elevado de sus costes, la de los que construyen sus viviendas en producción social utilizando su esfuerzo para ello, la de los que padecen ciudades agresivas y ofensivas, la de los que solo pueden mirar de lejos los ‘edificios’ de diseño, porque incluso algunos de estos, se convierten ghettos fortificados con vallas y policías para protegerse de las hordas de ciudadanos pobres.

La arquitectura debe analizarse también, como parte del ‘mundo real’, donde habitan personas reales, y donde no solamente ‘habitan’ los arquitectos de revista. Tal vez así se entienda, mi desaire por esta arquitectura mercantilizada, vacía de contenidos formales y éticos, y ‘ajena por completo’, a la realidad de la que forma parte. Y que necesita también, de la crítica rigurosa y académica para dejar claro que, no todos estamos ‘de acuerdo’ con los planteamientos de la arquitectura actual.

Dr. en Arq. Humberto González Ortiz
Barcelona a 21 de agosto de 2007

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